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#105

Examinar con Bisturí

El Hijo Pródigo por Felipe Azúa

el hijo prodigo

La ópera prima del director Carlos Araya Díaz cuenta la historia de a Andrés, un médico, al parecer general, que oculta una sórdida relación familiar, alejada de su parquedad y profesionalismo. Andrés es un ser parco y reservado que examina de manera autómata a sus pacientes, para luego llegar a su casa y mostrar su carácter opresor y violento con sus dos hijos. Ambos jóvenes, ambos varones, en una situación que comienza a acercarse a la parábola que inspira el nombre de la cinta.

El menor de los hijos, León, es un adolescente que se muestra aburrido de la opresión y violencia de su padre, y a pesar que Andrés intenta disculparse con un regalo, el joven decide abandonar el hogar quemando dicho presente y sin dejar pista alguna de su próximo paradero.  El padre queda solo con el hijo mayor, quien parece acostumbrado a los abusos y a una relación física que incluye por ejemplo el ritual de afeitar a su padre cuidadosamente ó dormir juntos en la misma cama, lo que evidencia la ausencia de una mujer en el hogar.

A partir de la huida de León, Andrés comienza una extraña rutina entre el Paseo Ahumada en Santiago (donde vemos afiches que denotan la búsqueda de la familia) y la recolección de basura de este mismo lugar. Los desperdicios que recoge comienzan a ser acumulados en todas las habitaciones de la casa provocando problemas con el hijo mayor que de pronto desaparece del hogar, o al menos de la película. Todo este basural que parece azaroso esconde detrás un proyecto secreto, ya que Andrés escoge algunos elementos para llevarlos sobre el techo de su casa en un misterioso acto. A pesar de las presiones de los vecinos, los servicios sanitarios y la traición de su primogénito, Andrés se mantiene estoico en su secreto proyecto que representa el sentimiento de culpa de este hombre.

Esta primera película de Carlos Araya Díaz llega desde lugares poco comunes en el actual panorama del cine chileno, el guión viene a narrar sobre una enfermedad psiquiátrica que de a poco se va evidenciando en el protagonista quien desde un principio da muestras algunos rasgos psicológicos alterados. La falta de empatía, la naturalización de las heridas y la victimización son algunas de las luces que da Andrés en la relación con sus hijos.

Se trata principalmente de un personaje sobrio que probablemente representa una imagen de poder dentro de su entorno, pero que en la intimidad no teme en convertirse en un padre opresor y manipulador para con sus hijos. Un relato que podría caer directamente en el paternalismo sobre la violencia intrafamiliar comienza a volverse inquieto hasta cambiar drásticamente de rumbo a partir del primero plot de guión.

Las decisiones de dirección apuntan también en ese sentido, la densa construcción visual de la película comienza con una especie de coraza para el protagonista, la cual está formada por la descomposición del espacio. El uso del plano detalle y el primer plano no nos permiten conocer el entorno de Andrés, solo sabemos de su profesión y su punto de vista sobre este pequeño mundo que parece sofocarlo. Por otra parte la naturalización del cuerpo enfermo nos muestra una cierta apatía por parte de este médico distante. El director se atreve con el uso de constantes planos detalle de cuerpos y órganos que son atendidos por Andrés, pero donde no existe una relación de tiempo-espacio, se trata mas bien de un concepto de cuerpo que no vemos, que no conocemos y que no puede interesarnos. Esta continua transposición de asociaciones de montaje van creando una fractura en la narración que bordea las imágenes subconscientes o semiconscientes del protagonista.

Siguiendo esta lógica la película comienza a adentrarse en esta relación familiar quebrada y estéril donde cada personaje guarda heridas del pasado que no pueden revelar. Estas relaciones podrían estar dentro de los puntos débiles de una cinta que destaca por su construcción de sentido, ya que basa su interés en el misterio sobre el pasado de los personajes y en el descubrir cuales son los resentimientos que cada uno, y en particular el hijo menor, esconden. Como estas heridas no tiene mucha relevancia para el resto de la película,  la calidad de la observación que tiene el director se pierde por minutos para volver a su curso natural una vez superado el planteamiento del conflicto.

Con el avance de la película se sigue desarrollando este constructo de sentido con el cuerpo siempre como motor y además se le suma el espacio, ya que de a poco Andrés va apropiándose de su propia casa con su nuevo proyecto de vida, a saber una consecuencia del síndrome de Diógenes, mientras que las fotografías de paisajes y relatos de cartas anónimas comienzan a apropiarse de una nueva fractura del relato convencional. Nuevamente es el montaje que interviene como una chispa para echar a andar un nuevo concepto que es la espera del hijo pródigo, que si bien puede estar dentro de la cabeza de Andrés, también (y mejor) funciona como dispositivo fílmico que nos inserta en otro significado. ¿Desde dónde provienen estos relatos?, ¿Quiénes son estas voces en off que desean volver a casa?, ¿Qué paisajes son estos y qué representan?, bien puede ser el director poniendo en cuestión algunas preguntas incómodas para darle otro nivel de complejidad al relato, pero pronto nos enteramos que Andrés encuentra estas fotos y registros entre la basura que a esta altura inunda su casa. Entonces nos devuelve a la idea que toda esta construcción visual intenta representar imágenes desde la subjetividad de este personaje principal.

Esta realización muestra de manera sobria y poco vanidosa que, al igual que la examinación autómata que realiza su protagonista, la construcción de sentido puede funcionar también a la inversa del relato clásico, desde la separación del espacio-tiempo, no para examinar por encima con un estetoscopio y descubrir un soplo al corazón, sino que cortando con bisturí de manera transversal encontrando una masa negra en el cerebro, que sin duda seduce porque es parte de la naturaleza humana.

Si bien, el ímpetu de esta película puede considerarse como una cruzada exitosa o no, el filme presenta un riesgo al escapar de la formalidad y el ejercicio de representación clásico para adentrarse en un relato psicoanalítico que precisamente habla en paralelo a su guión.

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Dirección: Carlos Araya Díaz

Guión: Carlos Araya Díaz

Producción: Pablo Sáez, Carlos Araya Díaz, Francia Aranda

Fotografía: Adolfo Mesías

Sonido y Música: Jonathan Ayala L

Edición: Pablo Sáez, Carlos Araya Díaz

Elenco: Mauricio Pitta, Jesús Briceño, Víctor Valenzuela, Laura Olazabal

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